José Moñino y Redondo fue conde de Floridablanca, reconocido político español que se desempeño como secretario de Estado desde el año 1777 y hasta 1732, además presidió la Junta Suprema Central.
Nació el 21 de octubre de 1728 en
Murcia, su padre era funcionario de la curia eclesiástica y en 1735 fue nombrado Notario Mayor de Número y Archivista de la Audiencia, por eso su infancia estuvo tan cercana al mundo eclesiástico.
Formación académica
Estudió en el Seminario Mayor de San Fulgencio de su ciudad natal. Después realizó su carrera en Leyes en la Universidad de Orihuela, doctorándose posteriormente en la Universidad de Salamanca, profesión que ejerció junto a su padre por un tiempo.
Tuvo contactos importantes en sus inicios profesionales como el Duque de Alba o Diego Rojas (presidente del consejo de Castilla y Obispo de Cartagena), quien le facilitó la entrada al Consejo de Castilla como fiscal de lo criminal en 1766.
Después conoció a Campomanes, con quien iba a mantener una fuerte relación profesional, encargándose en conjunto en la defensa de prerrogativas de la Corona frente a otros poderes, especialmente contra la Iglesia.
Cabe destacar que en 1767 actuó contra los instigadores de la revuelta de Esquilache, ocurrida en Cuenca. Además, junto a Campomanes y Aranda colaboró en la expulsión de los jesuitas en los territorios de la corona española.
Logros profesionales
En 1772 fue embajador plenipotenciario ante la Santa Sede, logrando influenciar al Papa Clemente XIV para disolver la Compañía de Jesús y como premio de esos servicios, Carlos III lo nombró conde de Floridablanca en 1773.
Se convirtió en secretario del Despacho de Estado el 19 de febrero de 1777 hasta 1792, ya que paralelamente ocupaba el puesto de Secretaría de Gracia y Justicia. Durante sus labores creó la Dirección General de Caminos en 1785 y posteriormente nace en 1799 la Inspección General de Caminos y Canales.
A lo largo del año 1792 sus adversarios lo acusaron de corrupción y abuso de autoridad, consiguieron destituirlo y encerrarle en la ciudadela de Pamplona, donde fue juzgado y absuelto poco tiempo después.
Decidió retirarse de la vida pública, pero a causa de la invasión francesa de la Península en 1808 fue llamado para presidir la Junta Suprema Central, que había de organizar la resistencia.
Últimas peticiones
Mientras ocupaba este importante cargo, el Conde de Floridablanca falleció el 30 de diciembre de 1808 en Sevilla.
En su testamento pidió lo siguiente: “si falleciera en Murcia, que se me sepulte en mi capilla de la Parroquia de San Juan Bautista y en su Panteón. Y si falleciera en otra parte, que se me deposite en la Parroquia en donde muriese y después de un año de mi muerte se trasladen mis huesos al Panteón”.
Dicha voluntad no se cumplió hasta pasados más de cien años de su muerte, cuando el alcalde López Ambit pidió en los años 30 del siglo pasado el traslado a Murcia. Los restos fueron recibidos por las autoridades y ciudadanos en la estación del Carmen, desde donde fueron finalmente trasladados en una carroza funeraria hasta la Iglesia de San Juan Bautista.
Sus obras
A lo largo de su carrera profesional escribió varias obras basadas en temas políticos y jurídicos, siendo la más destacada la
Instrucción reservada para la Junta de Estado, la cual hace una recopilación de su pensamiento político, siendo un valioso documento en el cual se fija el sentido del movimiento político ilustrado en España. Además, se enfoca en la defensa de las regalías y de la amortización.
Por otro lado, entre los aportes que el Conde de Floridablanca ofreció a la España de finales del XVIII fue mejorar el servicio de correo y la enseñanza, logrando recuperar la isla de Menorca, la cual había sido apresada por los británicos en la guerra de sucesión española. También propuso el primer censo español, donde se recogieron los datos de la población para conocer el sexo, edad y estado civil.
En Murcia, el Conde de Floridablanca ordenó que se hiciera la carretera del Palmar, la cual une el Barrio del Carmen con Cartagena, con el objetivo de evitar el paso por las zonas en conflicto o las que estaban invadidas por bandoleros.