Durante los siglos IV y V se producía en la región una importante explotación romana de los recursos pesqueros, lo que dejó como herencia una gran zona de factoría de salazones en donde los romanos realizaban diferentes productos con el fin de potenciar los sabores de su cocina e incrementar el comercio.
Uno de los elementos más característicos de estas antiguas fábricas romanas eran las piletas de salazón, en donde se realizaba el proceso de macerado del pescado junto con la sal para luego dar origen a diferentes tipos de salsas y salazones que se comercializaban a precios altísimos en el mercado romano.
Durante el siglo XX se realizaron las primeras excavaciones arqueológicas en la factoría y se comenzó la puesta en marcha de la conservación de los hallazgos. En el año 2000 se comenzó un proyecto de puesta en valor de los importantísimos restos arqueológicos encontrados y hoy en día el espacio se ha convertido en un museo que los conserva desde su apertura en el año 2003.
El Museo se encuentra situado junto al actual puerto y posee un semisótano en donde se encuentran conservados los restos de las factorías. Su superficie total es de unos 500 metros cuadrados, y una pequeña parte de ella no alberga estructuras arqueológicas sino que se dedica exclusivamente al área expositiva para que el visitante pueda comprender de manera sencilla la historia y en qué consiste todo lo que el museo abarca.
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