A pocos pasos de la Torre del Homenaje vamos a encontrar la picota. A diferencia de la mayoría de las picotas de los pueblos, que eran un simple poste de madera, esta está cubierta con ladrillos vistos, algo que se practicaba en algunas aldeas para hacerlas más resistentes.
Aunque las Cortes de Cádiz ordenaron la destrucción de todas las picotas para asegurar la libertad de todas las ciudades, todavía existen muchas en distintas regiones del norte de España.
La de Aledo es la única que aún sobrevive en Murcia, tal vez porque su estructura cilíndrica siempre estuvo recubierta de una capa de ladrillo visto que la protegió del paso del tiempo.
Cuando visitamos este tipo de lugares, es bueno recordar que no estamos solo frente a otro punto turístico, sino que estamos viendo un elemento que representa lo más cruel de la Edad Media y del sistema feudal. Aquí se traía a los presos que habían sobrevivido a las torturas de algún verdugo para que fueran insultados, golpeados y humillados por los vecinos. Y en otras ocasiones se traía la cabeza, que era empalada en la punta de la picota, para que sirviera de advertencia para ladrones, o para aquellos que tenían deudas o que querían cuestionar la autoridad.
Fue construida en 1592, cuando el rey Felipe II autorizó a la villa emanciparse de la jurisdicción de la orden de Santiago, dándole así permiso para tener su propia cárcel y picota.